jueves, 9 de agosto de 2012

El movimiento del cuerpo


¿Quién es mejor bailarín? Estos dos videos me encantan por lo que muestran: el goce del baile. No se necesita un cuerpo de bailarín ni una técnica para disfrutar mover el cuerpo. Sólo hacen falta las ganas para hacerlo. Pararse a bailar para quien no sabe, para quien el ritmo no es una de sus cualidades, es un verdadero problema. Pararse a bailar, para quien desea hacerlo pero se inhibe porque nunca aprendió los pasos de los bailes de salón, es un grave problema existencial. En muchas ocasiones ha habido amigas quienes me dicen yo te enseño y pues imposible. Pero también, ha habido quien me ha dicho dáme más vueltas, bailas muy bien. Y un caso más extremo, hay quien, en definitiva, baila peor que yo. Ahora, oigo esta otra canción pop Move like Jaegger de Maroon 5, él ¿sabe bailar? Moverse, dice la canción, no bailar. He ahí la clave. Lo que hace el negrito de Lonely boy de The black keys es eso, lo que hace Thom Yorke es lo mismo, inclusive recuerdo los movimientos epilépticos de Ian Curtis (el cantante de Joy Division): esos brazos agitándose como un colibrí enfermo. Ahora pienso que uno de los mejores piropos que me han dicho fue el de una mujer con la cual hacía el amor mientras escuchábamos Chan Chán, un son cubano: Te mueves al ritmo de la música...murmuró. También al hablar el cuerpo se mueve, las frases van acompañadas de los gestos del rostro y de los aspavientos que se hacen con los brazos e inclusive con las piernas. A eso le llamo la física del lenguaje, un término de Valéry pero que retomo dándole un giro (él se refiere a las pausas, a los signos de puntuación). Otro video ejemplar de esta física del lenguaje es el de My Valentine de Paul McCartney donde Natalie Portman y Johnny Depp usan el lenguaje de los sordomudos para improvisar una bella coreografía que expresa palabras.
   Entre caminar y bailar hay sólo una sutil diferencia (pienso en esas películas de John Travolta). Entre la danza y la escritura hay sólo un paso. El danzón es un baile popular de once pasos: un endecasílabo. Bailar afloja el cuerpo, ayuda a la escritura sin duda. "Un poema que no se baila no es un un buen poema" me dijo en alguna ocasión el poeta jaliscience Ricardo Yañez.
   Todo esto viene a cuento por el poema Si dejo de bailar de Cheikh Tidiame Dramé que tradujo y publicó mi amiga Lorena Huitrón en su blog:

¿Quién es mejor bailarín?


miércoles, 8 de agosto de 2012

Voy hacia el otro lado


Viraje todo a la derecha y avante de frente al peligro. No puede ser de otra manera. O te rindes y permaneces uno de los de aquí, o pasas allá. Atención. Que nadie se apoque. Las manos sobre el timón. Atención. Coraje. Llegó el tiempo de verificarse. Avante. Avante despacio hacia lo no turbio, lo ineludible, lo desnudo, lo claro, lo comprensible en sí mismo, lo inalterable. Odiseas Elytis

Siempre me preguntan que de dónde soy, que si no soy de aquí. Los taxistas, los amigos que recién conozco en una fiesta. Que si soy cubano, chileno, hondureño, italiano…
   Yo no soy de ninguna parte. Soy de Ningúnlado.
Voy a desaparecer por una semana ¿A desparecer? No. Voy a estar donde nadie me conozca. Confundido entre la extrañeza, expedicionario de mis propias ruinas.
Fuera de aquí, tal es mi meta.
   Todos esos escritores (Cioran, Pizarnik, Kafka, Vila-Matas, Gombrowicz) escriben de su fuera de aquí. Este aquí es donde no cupieron, donde se les impidió estar. Fuera de aquí es el rincón (Infancia: En el rincón oscuro de lo obscuro, mi niñez).
   Pero fuera de aquí (sin las cursivas), ahora no es el rincón sino reverso que es su anverso. Este fuera de aquí no es el mismo lugar a donde aún pertenece el rincón. Es fuera de aquí donde las cosas siguen otro curso distinto. Excéntrico.  
   Fuera de aquí (otra vez en cursivas) no era mi respuesta, cuando a los quince o diez y seis años salía de la casa y mi mamá me preguntaba ¿a dónde vas? Yo respondía: a Ningúnlado. Ése era el lugar.
Al regresar y toparme con mi papá, no respondía a su pregunta ¿dónde fuiste?
-         A Ningúnlado. Estuve por ahí.
   Ningúnlado era el fuera de aquí. Lugares similares. Estoy sentado frente al espejo, devuelta en ese fuera de aquí (exilio). Ningúnlado era no estar en casa, era irse a dónde sea. Caminatas por el centro. Por el bulevar. Por los mercados. Al cine Veracruz, en lugar de ir al instituto de inglés. ¿Para qué viajar tan lejos? Para estar fuera de aquí (en constante migración) basta cerrar la puerta de mi departamento, poner algún disco. Sentarme a leer y escribir. Algunos lugares de la escritura se llaman Ningúnlado y Fueradeaquí. Donde puedo pernoctar. Es siempre otro lado, otro y otro sin llegar nunca en realidad, un lugar donde no se está. En el trámite, en el tránsito del proceso al castillo.
   Voy a estar conmigo lejos. El movimiento es en realidad algo que estoy haciendo en el interior. Y que tengo que mostrármelo fuera. Tengo que hacer real el movimiento de irme. Para verlo. Para ver que puedo levantarme de la silla (como no puede hacerlo el personaje de Bruno Schulz). Este no es un viaje ni hago turismo. Es más sencillo, es levantarme de la silla porque entre el orden (el control) y el caos está el placer. Es lo que existe fuera de aquí, el placer. Una expedición hacia el placer. Fuera de aquí. Llevarme al niño y dejarlo en Ningúnlado. Aquí es esa casa enorme, vacía donde estuvo hasta hoy en la madrugada cuando tomé el taxi. Salir de ese aquí. De esto que he sido. Voy hacia el placer, a otro lado que no sea fuera de aquí sino fuera de aquí (sin las cursivas). Parece ingenuo, pero hasta este momento comprendí por qué se les llama viajes de placer. Estaba tan lejos que no veía el otro lado.