domingo, 20 de noviembre de 2011

Una vuelta por el lado salvaje del corazón (Dos poemos oscuros)

Carnicero

Hay que aprender a comer
el corazón con espinas
Nada hay más peligroso
que una mujer apacible

El delito de la noche
es enterrarme sus vicios
Manoseo la oscuridad
donde gotea el miedo

Estoy harto
de ser un borracho
en los baños públicos

Estoy harto
de ser maltratado
por su indiferencia

Quiero los años que dan por asesino
vivir con gravedad

Carnicero
Carnicero
sólo soy un carnicero
Carnicero
Carnicero
sólo soy un carnicero

Las carnes colgadas
en los ganchos del sueño
sangran sus tinieblas
¿he cometido un crimen o un milagro?

No se puede andar
exhumando cadáveres
por eso mi corazón apesta
a la sangre de los mataderos

Estoy harto
de ser un extraño
en este insomnio

Muy cansado
de volver solo
a mis juegos turbios

Quiero una frase que me de por destino
otra oportunidad

Carnicero
Carnicero
sólo soy un carnicero
Carnicero
Carnicero
sólo soy un carnicero

                                          Max Ernst, collage pertenciente a la serie Una semana de bondad

Atmósfera

Las frases están en este cuarto
pero nadie las toca
Oraciones cubiertas de polvo
porque nadie las usa

No escucho sus voces
porque me miran en silencio
Una lágrima es una gota de locura
para quien le habla al espejo

Fuera de sí
dentro del no
Fuera de mí
dentro del yo

¿Qué uso como carnada?
Un gusano o una mujer
El placer es un aparato de torturas
un vicio que se consume así mismo

Yo soy quien observa
la gente ha quedado muy lejos
Yo soy quien escucha
cómo me cimbran los cristales

Fuera de sí
dentro del no
Fuera de mí
dentro del yo

¿Soy raro?
¿Soy raro?
Te pregunto, anda, dime!
¿Te parezco raro?
¿en qué sentido soy?

Hay un tipo persiguiéndome
Alguien está siguiéndome
dentro de mí
Ignoro si es un él o un yo
estoy vigilando a ese hombre
cuando estoy fuera de mi

El instinto no me sirve de nada
El instinto no me sirve de nada
El instinto no me sirve de nada
El instinto no me sirve de nada





miércoles, 16 de noviembre de 2011

Alrededores de un poema de Tomás Segovia

Los epígrafes son las magdalenas de la escritura. Cualquier texto que se lea provoca la memoria, la evocación, el epígrafe se convierte en esa magdalena que remojamos en el pensamiento. Lo diré otra vez: el epígrafe es la magdalena de la escritura. Remojo una frase en el pensamiento y se abre un mundo nuevo: mi escrito.

13 de noviembre 2011
Esta mañana amanecí con una erección juvenil. Estuve disfrutando el hecho sin terminar de proponerme el masturbarme. Al final, Paulo tocó la puerta para pedirme sus medicamentos. Dejé de pensar en ellas. Decidí incorporarme para ir a comprar la fluoxetina y pasar por los análisis de litio.
   Fuimos platicando sobre la caída del helicóptero del secretario de gobernación ocurrido el día anterior, el 11/11/11 a las 11:11; cuando se abrió la puerta cósmica de la que estuve
bromeando en la semana. Hablamos de la simulación del sistema para combatir el rezago educativo, el narcotráfico, etc. (Paulo mencionó a Braudillard), y de la economía europea: la italiana y la griega. Llegamos platicando a la farmacia de Cuauhtémoc y el eje 5. A Paulo se le había hecho tarde para sus clases de violín. Le di el medicamento y se fue. Terminé de hacer la compra bromeando con las dependientes sobre mi edad y mi apariencia.
        Ojalá fuera de 1996, soy del 62. le dije a la empleada que me preguntaba mis datos para el monedero electrónico.
        Pero se ve más joven, terció la cajera.
        Si, pero no de quince años, dije y agregué, aunque me ha hecho el día…
   Todo era muy adolescente esa mañana.

   Crucé Cuahtémoc y compré los periódicos: El país y el Milenio en el puesto de la esquina. Llegué al laboratorio y recogí los análisis. Había comenzado a leer Laberinto, suplemento cultural del Milenio (el poema inédito de Tomás Segovia), cuando me entregaron los resultados. Suspendí la lectura para checarlos . El litio se encontraba en el rango de lo normal. De regreso pasé por la panadería El Globo.  Y me dispuse a comerme una chilindrina con un capuchino moka. Ya sentado, abrí el periódico. Volví al suplemento para darle lectura al poema de Segovia:

Era eso

Detenerse un momento
No sabiendo por qué
En una apaciguada orilla
Donde un frescor nostálgico
Que por allí retoza
Vivifica la piel de nuestro rostro
Mirara el agua ensimismada en sus reflejos
Las nubes distraídas
El verdor repartido en sabias manchas
Y saber con certeza que era eso
Que para estos momentos
Ha vivido uno tanto

Lloré al terminar de leerlo y releer el título: Era eso. Ahora me doy cuenta que estaba en esa apaciguada orilla. Después de la semana ardua veía el verdor repartido en sabias manchas, las nubes distraídas. Que, por estar en ese momento tomando el café y comiéndome la chilindrina era que había vivido tanto. Pensé en el que el recorrido de esa mañana tenía esta culminación redonda y que era perfecto el momento.
   La noche anterior Lorena me había mandado un mensajito por el celular: Que nuestros deseos se hagan realidad. Claro que sí! De alguna manera ya se están haciendo, contesté.
   Suspendí la escritura de mi diario cuando llegó Carlos Miranda al café y nos pusimos a platicar.
   Al otro día, esto lo escribo hoy 16 de noviembre, le pregunté a Lorena si había leído el poema de Segovia y, me dijo que sí que hasta lo había posteado en su facebook y no sé en qué otro lado. Abrí la página electrónica de Milenio y volvía a leer el poema, además de compartirlo en mi muro. Lo leí y me di cuenta que podía rescribirlo, que si la apaciguada orilla era el café, esa nostalgia era de mi infancia en las panaderías. La familia de la pastelería francesa: mi papá con mis tíos Juan, Armando y Enrique viviendo en el D.F. Que el café y el pan eran las nubes, el verdor… y escribí mi propia versión del poema:

Sábado por la mañana

Paso a El Globo
A tomarme un café con una chilindrina
Entrar a las panaderías me trae recuerdos de mi infancia
Leo un poema de Tomás Segovia en el periódico
Era eso
Precisamente eso
Lloro un rato
Una dicha inaudita me conmueve
Eso de haber vivido tanto, ese logro
Disfruto el pan y el capuchino moka
Con las mismas ganas de mi niñez

Se lo enseño a Lorena y la invito a escribir su propia versión. Lo escribe y me dice, con el entusiasmo que le caracteriza en estas circunstancias:
-         Pongámoslos en nuestros blogs…
 Este es el enlace para El tamarindo cabaret: 
http://eltamarindocabaret.blogspot.com/2011/11/sanisima-intertextualidaddialogo-partir.html