Un poema que no se baila no es un buen poema, dijera Ricardo Yáñez.
Diana Rayón y Enrique Melgarejo en La parábola de los ciegos |
La primera de estas obras, La Biblioteca 14, basada en relatos como La casa de Asterión y El inmortal, entre otros, propone un
recorrido por el laberinto borgeano. El ciego Borges guía a los espectadores a
través de cámaras donde se realizan los diferentes fragmentos de la obra, cada
uno de ellos haciendo alusión a algún cuento o poema del escritor argentino. La biblioteca 14 termina donde comienza La parábola de los ciegos haciendo una
especie de engarce. La voz de Borges lee el Poema
de los dones mientras escuchamos la música de Phillipe Glass y se ven a dos
ciegos (los ojos cubiertos por vendas) bailando, buscándose angustiosamente
hasta encontrarse.
Por esto, La parábola de los ciegos trata del amor, el de María Kodama y Jorge Luis Borges. Él
escuchaba, su lectura pasaba por la voz de ella. La intención, comenta la autora de la coreografía, es mostrar una parte de Kodama y
Borges...La obra en sí... es más acerca del vacío... de los colores de un
ciego... de la desesperación, de la ayuda... me gustó que se
sintiera eso... Amor. Pero, pues, todo eso que dice: el vacío, los colores
de un ciego, la desesperación, la ayuda ¿no es esto una forma de describir el
amor?
Cuando uno piensa en el amor es muy fácil
caer en los lugares comunes... Mejor, pensar en esas otras emociones que al
final de cuentas llegan al amor...Lo interesante es el recorrido para llegar a
esa emoción... María Kodoma y Jorge Luis Borges son los amados, quienes por
medio de la literatura unen sus vidas, a pesar del tiempo y la ceguera,
laberintos que plasmó Borges en su obra.
Diana Rayón y Enrique melgarejo bailan ciegos el Poema de los dones |
Los capítulos y poemas que distinguen los
diferentes episodios de La parábola de
los ciegos son: El laberinto de
Creta, donde declaman la prosa El laberinto, del libro Atlas. Modesta ceguera personal, donde se citan
las palabras de Borges de una conferencia de 1977; El ciego y el bastón; Solo; El umbral de los haikús, donde
mencionan algunos de ellos del poema Diecisiete
haikús; Poema de los destinos , en
el cual leen en voz alta los poemas Oro de los tigres y Los destinos; El
capítulo que da título a la obra La parábola de los ciegos donde se lee el
cuento El otro y los bancos son obstáculos de vida; A un ciego y para terminar Poema
de los dones donde se escucha a
Borges leer su poema y que comenté al principio de esta nota. Diana Rayón hizo
la selección de textos para bailar y que dicen indistintamente ella y Enrique
Melgarejo dándoles un sutil acento argentino y una intención a sus palabras.
Así se ve que, además, es una forma de promover la lectura y una invitación a
adentrarse al mundo de Borges para quienes no lo han leído.
El Umbral |
Quiero referirme en especial al capítulo
denominado El umbral donde ambos
intérpretes, con los ojos vendados, bailan tocando el piano: Es una de las partes más íntimas y
hermosas de la obra. Es hasta una intervención a la composición minimalista al
improvisar con la pieza. Porque de eso trata el amor. Yo nunca había visto a
los bailarines tocando un instrumento en escena, menos el piano. Mucho menos, bailando
así. A pesar de los vendajes que impiden la vista todo es exacto, ninguna nota fuera de su lugar y limpieza absoluta en sus
movimientos. La comunión que hay entre los bailarines es impresionante. Por si fuera poco, dicen algunos haikús que Borges dedicó o
escribió para Kodama : La vieja mano/
sigue trazando versos/ para el olvido. Es un imperio/ esta luz que se apaga/ o
una luciérnaga. Lejos un trino/ El ruiseñor no sabe/ que te consuela.
Callan las cuerdas/ La música sabía/ lo que yo siento.
Los dedos ahí también están bailando. Mientras
tocaban el piano. y los dedos de Diana Rayón recorrían el brazo Enrique Melgarejo
hasta su mano recordé este fragmento de un poema de Roberto Bolaño:
Al poco rato me di cuenta de que Laura jugaba, muy
suavemente, pero era un juego: el meñique tomaba el sol sobre mi hombro, luego
pasaba el anular y se saludaban con un beso, luego aparecía el pulgar y ambos,
meñique y anular huían brazo abajo. El pulgar quedaba dueño del hombro y se
ponía a dormir, incluso, me parece a mí, comía alguna verdura que crecía por
allí pues la uña se clavaba en mi carne, hasta que retornaban el meñique y el
anular acompañados por el dedo medio y el dedo índice y entre todos espantaban
al pulgar que se escondía detrás de una oreja y desde allí espiaba a los otros
dedos, sin comprender porque lo habían echado, mientras los otros bailaban en
el hombro y bebían, y hacían el amor y perdían de puro borrachos, el equilibrio,
despeñándose espalda abajo…los cuatro dedos magulladísimos, volvían a subir
agarrados de mis vértebras, y el pulgar los observaba sin ocurrírsele en ningún
momento dejar su oreja (En La
Universidad desconocida, p302-303).
Es decir, cuando juegan con el piano, sus dedos
siguen de memoria la coreografía aprendida de la partitura de la obra musical.
Mejor, no sólo los dedos sino todos los movimientos que realizan sus cuerpos en ese
momento. Como he escrito, en este capítulo, en este umbral, es donde se
entrelazan las interpretaciones: los bailarines son músicos que dicen poesía,
no sólo la de Borges sino la proveniente de Diana Rayón al imaginar esta danza,
tributo al ciego, dedicado a todo aquel que no quiere ver sus posibilidades. El
ser humano en uno de sus momentos de mayor exigencia.
¿En dónde suceden estas interpretaciones coreográficas
de Borges? En su ceguera, ese es su espacio. Todo sucede ahí, en la oscuridad
del ciego, que no es precisamente el color negro, No hay lugar posible. Pues el
ciego nunca ve dónde se encuentra. El sueño es como la ceguera, no hay un espacio
donde suceda físicamente sino dentro de uno. Y sólo podemos creer en los sueños
porque los hemos soñado, nunca dejan vestigio de nada. Todo el placer está en el fuera de lugar, señala Alan Pauls en El factor Borges, respecto a ese gusto
del argentino por lo no académico ni acartonado, por buscar la vida en otra
parte. Los bailarines trazan sus movimientos cursivos fuera de aquí.
Por todo esto, La
parábola de los ciegos de Diana Rayón es una obra elegante como beber vino con chocolate: Los amantes no se ven, se
oyen. Se sienten. Por medio de la música del piano y la de los versos. El amor
son dos ciegos buscándose al bailar. Se oyen, es decir se acarician. Las
caricias son otra forma de danza. Es el oído, lo que al ciego permite
guiarse, el sonido de la música, de los poemas, de los bancos así como en el
amor: La enfermedad, la poesía, la
música, la pintura y la danza se mezclan entre la arboleda y profundidad del
mar escribe en un libro reciente, Mal
de Graves, el genial poeta Francisco Hernández.
Diana Rayón diciendo El oro de los tigres de Jorge Luis Borges |
Se puede ver el video de esta prsentación en el siguiente enlace:
Y hacer contacto con la compañía en su página en facebook Taller
de Quimeras
La función fue presentada en el marco del
día internacional de la danza en el teatro El Granero Xavier Rojas el 28 de
abril del 2013.