Primera parte
I
No fuma un cigarro, aunque piensa que sería más cinematográfico si lo hiciera...
ni bebe un tequila, claro, piensa que sería más cinematográfico si lo hiciera...
mira, sin embargo, los lentos giros cinematográficos del único ventilador del lugar y sigue esperando.
II
Ella le da un dulce y él lo acepta.
Cada vez que platica con ella, al finalizar la cita, le entrega un dulce.
Nunca ha entendido por qué.
Se despiden y ella le regala un dulce.
Llega a casa, se desnuda antes de meterse a la cama. Revisa los bolsillos del pantalón, saca el dulce y lo pone en el buró del lado donde duerme.
Los ha puesto antes sobre el alféizar de la ventana o sobre la cajonera junto al televisor.
III
En el libro anota algunas palabras y subraya algunas frases,
en la computadora escribe parte del informe,
en su libreta roja de apuntes dibuja unas líneas,
unos círculos y coloca ciertos números
Cuando levanta la cabeza, vuelve a esperar.
IV
Cuando llegan al cuarto, ella se recuesta en la cama y mira alrededor
ve los libreros repletos,
ve la cantidad de películas que hay sobre el armario y una cajonera,
ve el ventanal que da a la calle,
y pregunta intrigosa y tú ¿por qué tienes tantos dulces?
El sólo la mira de soslayo y no responde.
V
Despierta temprano, apenas la luz cruza por la ventana,
se levanta y va al baño a orinar.
Abre la puerta del cancel y entra a darse un regaderazo.
Sale, regresa al cuarto, se viste,
prepara un café y se sienta en la silla mecedora.
Pasa todo el día atento a la espera
VI
A veces, cuando está solo parado en la calle, en espera
sentado en el café Forié viendo pasar los perros, en espera
dentro de la cantina comiendo la botana y tomando la primera cerveza, en espera,
ella, como la luz o la lluvia, irrumpe en su vida.
VII
No sabe si quitarse los lentes o ponérselos,
los coloca sobre la mesa por un momento,
se los vuelve a poner y mira la calle, espera…
VIII
Mira el reloj y aguarda, ya llegarán.
IX
Cuando cierra los ojos siente sus manos alrededor de ellos
(No dice – Adivina quién soy? Le murmura algo al oído, unas palabras que piensa anotar después, pero cuando intente hacerlo se le habrán olvidado),
se relaja y dormita.
Se le ve mover los ojos tras los párpados cerrados.
Está soñando con unas palabras que ella le murmura al oído o al odio, según se prefiera.
Todo es un sueño y no hay palabras.
Se acomoda de nueva cuenta en el sillón y aguanta un rato más.
X
Primero, toma un autobús que lo lleve a la terminal.
Después, toma el metropolitano que nunca llega a la hora.
Cuando baja en la estación siguiente desciende por una escalera y aborda un taxi.
Indica al conductor, con las iniciales de cierta institución, adónde va
(no dice - Al aeropuerto rápido, por favor, como una vez lo dijo, pero piensa que sería más cinematográfico si lo hiciera...)
mira al chofer por el espejo retrovisor sin hacerle plática;
llega y se baja.
Entra al edificio, toma su lugar y espera a que el reloj de la hora, pero no llegan.
XI
Se hace un silencio…no piensa nada
Se aburre, mira por la ventana y el silencio no permite que pase nada
Se alarga la pausa…no piensa nada
Oye al silencio como se construye a pausas seguidas, a puro suspensivo…
XII
Persevera en el silencio un instante, en un punto que se hace seguido,
pero sus ojos observan a los lejos y algo de cristal se rompe.
Ella pregunta, apenas con el ceño cizañudo, si va a seguir así o qué.
XIII
Ninguno llega, nadie.
Observa el reloj y mira el nombre de las calles que forman la esquina del albur:
Xalapa y Zacatecas.
bajo el paraguas, en la lluvia. No vienen,
dibuja unas rayas, unos círculos
y coloca ciertos números)
Segunda parte
I
Tendría que sostener un vaso de whisky con la mano para contar esta historia,
pero no lo tengo, escribo que escribe.
Enciende un cigarro en la oscuridad, frente a la ventana.
El humo que expira se ilumina por el arbotante de la esquina.
Piensa en la luz moviéndose en volutas.
Pero no puede escribirlo, porque, en verdad, no fumo.
Voy al baño, orino. Tomo las cafiaspirinas para el dolor de la sinusitis y el captopril.
Hace por abrir una ventana pero se da cuenta que no hay humo.
II
Las naranjas se pudren
Es como si dijera:
- Pasa
Y no hubiera puerta o lugar alguno
No hay donde detenerse
Pasa…de largo. Y se pudren, otra vez.
III
Al cruzar la calle observa a los gitanos del primer piso.
Esa mujer de las cejas y los ojos pintados como una muñeca sacada de alguna pesadilla, husmea en los botes de basura.
Esta es la gente con la que convive.
Entra al departamento y se ríe porque encuentra una mariposa negra. Es un presagio de que alguien morirá. Pero el es el único que vive aquí.
Una casa vacía…qué diferencia a un vacío.
En los cajones no encuentra el prozac. Hace tiempo que no toma ativanes, piensa al asomarse por una hoja de la ventana a la calle.
IV
El destino del parque de béisbol esta marcado por el letrero con el nombre de la calle Tom H. Despierta a las 3:20 de la madrugada con un fuerte dolor de cabeza en la nuca y se levanta a tomar el captopril y escribe la frase que ha soñado. Afuera se oyen voces. Otra vez se asoma por la ventana: ve los camiones y trabajadores de la delegación cambiando el alumbrado público.
V
Mucho movimiento, pero sin sentido. Ahora quiero detenerme, quedarme quieto. Escribir tan solo una parte no todo. Capítulos breves, escenas, fragmentos que sean una unidad en si. Los he escrito, por ahí andarán. Basta sólo reunirlos. Detenerse a juntarlos… Abre la ventana y se le vuelan todas las ideas.
VI
Aparece por el atrio una mujer. Viste un verano blanco con vuelo y manchas rojas (no alcanza a distinguir que figura tiene dibujadas). Entra al edificio marcado con el número 915. La ve por la ventana del primer piso. Luego, vuelve a salir. Platica con un motociclista. Es blanca, de cabello negro y usa unas alpargatas de moda. Son sus piernas gruesas las que llaman su atención. Su amiga Jessica esta diciéndole algo, pero él cree que la historia esta allá fuera, detrás de la ventana.
VII
Yo escribo para los pichos, he sido siempre de los de atrás. De los que pierden su mirada, entre otras cosas, por la ventana.
VIII
Luego, me dieron el paquete, escribe haciendo énfasis en él. El paquete estaba envuelto en papel estraza y amarrado con un cordón blanco. Se oyen sirenas de policía por todo el texto y cláxones pitando de forma continuada por cada renglón de este párrafo: un paquete como dios manda. Un paquete de novela negra. Y se lo habían dado a él para que lo entregara.
Recordó las volutas de luz, el whisky, la estancia vacía. La mujer del verano, sus anotaciones. Mira por la ventana y toma sus medicamentos. Está enfermo, va a morir y escribe esas frases incoherentes en su cuaderno rojo como si no le importara nada…
IX
¿Continuará?