Konrad Becker, foto cortesía de Casa del Lago de la UNAM. |
Luces cintilantes, humo en el escenario, imágenes que pasaban veloces sobre la pantalla
acompañaban el ritmo vertiginoso proveniente de la computadora que manejaba ese
hombre que parecía salir del mismo gabinete del Dr. Caligari, mientras se
escuchaba la voz delgada de la mujer joven y se leía, en una pantalla, las
palabras de este poema extenso titulado Operaciones.
Todo parecía conformado para arrullar al feto alimentado con drogas sintéticas
y que se gesta en el útero de una cyborg .
Al principio, el sonido alto, las imágenes que se desplegaban rápido y
la lectura del texto que iba diciendo
Sela, aturdió a un público que estaba impactado. Se puede comprender esta
confusión al saber que Operaciones es
un drama de fantasmas moderno, donde tienen cabida el despertar de los
monstruos, mundos fantasmales, se evidencia el poder de los medios sobre la
materia, donde aparecen los teatros de la posesión, se habla de secretos
abiertos, se muestra la dupla de el sonido y silencio y de donde de manera
esperanzadora se canta el génesis de la rebelión y la liberación de los
espíritus. Operaciones de Konrad Becker, especie de blade runner poético, mezcla
lo gótico con lo cibernético, cierta estética del expresionismo alemán, la
pornodernidad y la música electrónica con un discurso posmoderno: La identidad
híbrida androide,/ opera a través de los dominios/de la carne y la máquina/
cruzando sistemas/ de tecnología y género. En una pantalla se lee La metafísica
de los burros (free the spirits); en el fragmento de Sonido y silencio Sela dice,
mientras baila de una manera anodina: El
control social se basa en callar/ Silenciando no sólo voces sino también
mentes/ en vez de incitar idiosincrasias neuróticas/ Los cuentos de la Cripta/
evocan patrones de depresión./ Los zombis nunca hablan/ cuando los muertos
leen/ se ponen de pie y caminan. Parecía que de un momento a otro se podría
ver aparecer al clon de dios o a su doppelgänger.
Casi una hora duró este espectáculo multimedia que más parecía propio de
un antro sórdido o escenario ideal para una película de Cronemberg. Y que el público aplaudió, inclusive se
escucharon algunos bravos por parte de los jóvenes que llegaron a presenciar la performance
poética.
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